Bis
Escribo “Hace mucho no paso por acá” más como un jalón de orejas y recordatorio de la importancia, el amor y la expectativa que que tenía hacia este espacio cuando lo creé, que como la antesala de una disculpa dirigida a un público inexistente.
Me prometo cosas como pasatiempo y mecanismo de supervivencia, imaginarme alguna recompensa que me ayude a llegar al día siguiente, me ayuda a evitar la zozobra de encontrarme a la deriva. Trazo rutas y planes cuya eficacia y ejecución puede ser cuestionada, sin embargo, tratar de seguirlos se convierte en otro pasatiempo. Intento estar abierto a los cambios sin abandonar la esperanza de cumplirme alguna vez. Hoy me siento a escribir sin un plan, no sé qué me gustaría leer cuando termine, no hay una promesa o un propósito más allá del gesto.
Se volvieron a llenar los ceniceros de mi casa y se volvieron a vaciar. Ahora que puedo ver una salida de esta situación, agradezco que en ella no se va a quedar nada que realmente me importa. Siento el dolor de una larga depuración mas no el de un duelo. Le debo a mi mamá, a mis amigas y amigos, y a la promesa de principios del 2020, a ese “voy a escribir más”, el que hoy esté acá, con un techo, aprendiendo otra forma de crear imágenes, por fin sintiéndome dentro de mi carne.
Es muy poco lo que he podido realizar de fotografía desde que la cuarentena de 15 días inició y que las medidas de distanciamiento condicionaron mis relaciones. La frustración y la incertidumbre sumadas a la distorsión del tiempo en vez de devolverme a la fosa de la que estaba saliendo, me plantearon otras posibilidades. No mejores, no peores, no es “ver el vaso medio lleno” ni nada de esas pendejadas, simplemente me dieron la posibilidad de pensarme y sentirme diferente.
El miedo a perder más de aquello que nunca fue mio, me llevó a relacionar equivocadamente el valor de lo que producía con el valor que le daba a mi existencia, lo que desdibujó lo que buscaba para mi vida. Hacer rápido, para ya, hacer sin sentir ni pensar, hacer por el bien de un bolsillo, hacer para no morir, se convirtieron en mi única motivación. sin reconocerlo, empecé a despreciar lo que hacía. Lo que se había estropeado no era mi relación con la fotografía o la imagen, lo que estaba en crisis era mi relación con algo más profundo, el hacer.
Mi mamá ayudó a que conservara mi techo los primeros meses, una amiga extendió su mano y me ayudó a encontrar otras formas de hacer y comprender, que luego me ayudarían a mantener mi techo. “Escribir más” es una de esas cosas que me había prometido y que, sin darme cuenta ni sospecharlo, me cumplí. Todos los días escribo muchas palabras que no terminan acá, que van a guiones y articulando investigaciones sobre temas que realmente me importan o generan curiosidad, siento que ahora escribo con más fluidez, lejos del miedo y la pereza que antes me producía enfrentarme al cursor titilando en pantalla
La lentitud que me obliga la escritura se opone a la inmediatez que había viciado mi trabajo y poco a poco ha ido sanando mi relación con el hacer. Las palabras han mejorado el cómo imagino, volví a dibujar, quiero aprender a pintar, estoy haciendo collages, pensando y terminando “obras”, poco a poco están devolviéndome el amor por la fotografía y el deseo de crear.
Soy de los afortunados que aún no ha destrozado la pandemia, con nuevas promesas y propósitos que me llenan de curiosidad cómo se van a desarrollar. No revisé este texto, no me interesa hacerlo, el sentido de hacerlo es plenamente egoísta, catártico, significa para mí y no está obligado a significarle a otra persona.